
Esta creciente renovación del parque de televisores, que es comparado por analistas con el cambio de la televisión en blanco y negro a color, está impulsada por diversos factores. En primer lugar, la reciente irrupción de los modelos de grandes formatos de pantalla plana (plasmas, LCD, LED y próximamente 3D), el impacto del Mundial de Fútbol de Sudáfrica 2010 y los planes de cuotas sin interés de grandes cadenas de electrodomésticos. Por último, -y quizá sea el más importante- el impulso estará dado, en el corto y mediano plazo, por el “apagón analógico”, es decir, el abandono de la televisión por aire analógica por emisiones digitales (Televisión Digital Terrestre -TDT).
En promedio, el televisor “principal” de cada hogar argentino ha sido renovado en los pasados cinco años, adicionándose a los ya adquiridos y/o desplazándolos. Es necesario remarcar que, si bien un equipo electrónico desplazado del uso por cambios tecnológicos, pero aún en funcionamiento, no deviene necesaria ni inmediatamente en un residuo, aunque es un indicador ex-ante de su potencial como residuo eléctrico y electrónico (RAEE) al corto plazo.
Gran parte del viejo parque de televisores quedará en desuso, especialmente los aparatos de tubo de rayos catódicos, y pasará a formar parte de los crecientes volúmenes de basura electrónica que se generan en el país, sobre todo si tenemos en cuenta que la penetración de TV en los hogares es de más del 200%. Por el volumen y velocidad del proceso de recambio, el destino de estos aparatos obsoletos será un grave problema en el corto plazo.
Frente a este crecimiento del recambio de televisores, Argentina no cuenta con ninguna infraestructura formal para hacer frente a la basura electrónica y gestionar este tipo de residuos (televisores y además celulares, computadoras, pilas y baterías, y electrodomésticos, etc.). Cuanto más se retrase la implementación de políticas para la gestión diferencial de esta corriente de desechos,



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